Con el sonado cultivo del cacao, llegaron a la región centenares de inversionistas, con intenciones de hacer negocios redondos. No hay uno que piensa en invertir para mejorar el rendimiento del cultivo: obtener mayor cantidad de granos por hectárea, mejorar la calidad de los granos, y por ende mejorar la condición de vida del productor. La idea constante es la compra del mayor volumen de granos, a menores precios, entregados en lugares accesibles. Es decir, los inversionistas foráneos son eminentemente comerciales económicos. Entonces es tarea de los estamentos gubernamentales de todos los niveles, velar por las cuestiones técnicas y sociales de los productores.
Es tiempo de tomar los temas agrarios con decisiones políticas definidas, procurando dotar al productor de herramientas enmarcadas en la actual globalización. Dos líneas claras: Capacitación general y altos rendimientos. ( 1 ) Ningún productor debe estar ajeno a la tecnología del cultivo; ( 2 ) El rendimiento del cultivo debe ser el óptimo. A esta altura de la civilización, no se puede admitir la existencia de productores que no sean técnicos agrarios. Significa que los productores deben conocer las técnicas básicas del manejo de sus actividades cotidianas: Uso de semillas mejoradas, selección de clones mejorados, injertaciones diversas, podas de formación y podas productivas, prevención de plagas y enfermedades, deshierbos oportunos, análisis de suelos de su parcela, abonamiento oportuno y suficiente, adecuada cosecha y buen manejo de pos cosecha. Para asegurar que el rendimiento sea el óptimo, es básico el uso de la mejor semilla y para injertar usar la yema de plantas madres seleccionadas, realizar podas y sobre todo hacer un buen abonamiento.
Por ejemplo en cacao, a un rendimiento de dos toneladas de grano de cacao seco, con abonamiento y labores culturales, recién al sexto año se obtienen saldos casi equilibrados entre los ingresos y egresos. En el séptimo año el saldo favorable se incrementa en 25%, llegando recién en el décimo quinto año de manejo del cacaotal a recuperar el total de la inversión, es decir el sado se equilibra con los egresos.
Existen diversos planteamientos para mejorar los ingresos desde el primer año, por ejemplo con la producción de frijoles y plátanos en la misma parcela, disminuyendo el tiempo de recuperación de la inversión.
La cultura de la extracción está presente en el comportamiento humano. Se piensa y actúa solo en extraer: La pesca, cuando vamos al río, a la quebrada, al mar, con anzuelo, tarrafa, red, veneno, dinamita. No se hace otra cosa que extraer los peces que de manera natural viven en estas fuentes de agua, sin que nadie los alimente ni con un gramo de maíz. La minería, tanto de manera ilegal como legal, lo cierto es que se extrae los productos que nadie ha puesto un dedo para su producción. La madera, se dice con pomposidad, inflando el pecho, que el país ocupa el primer lugar en la producción de madera, sin que nadie la haya producido. El oxígeno, todos los seres humanos consumen este elemento indispensable sin que nadie le haya producido.
La leña, se vende en los mercados por tercios y se utiliza en las cocinas rurales de la selva sin que nadie la haya producido. El gas, se vende en todo el país y también al extranjero, a precio elevado, sin que nadie le haya producido. El petróleo, se vende en todo el mundo, a precio elevado sin que nadie haya producido. Incluso hay guerras entre países por proteger este recurso para beneficios económicos. Así, el productor agrario está enmarañado en esta cultura, que solo piensa en extraer los frutos de las plantas: maíz, cacao, plátano, yuca, café. Casi todos deshierban sus plantaciones. Pocos seleccionan sus semillas. Pocos podan y casi nadie abona. La tarea de cambiar esta cultura es fuerte, pero hay que hacerla, si es que existe la decisión de mejorar la situación del productor agrario.