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viernes, abril 26, 2024

Campo de Agramante

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La locución “Campo de Agramante”, designa el lugar donde reina tanta confusión que nadie se entiende. El origen de la frase está en la obra del escritor italiano Ludovico Ariosto (1474-1533) “Orlando furioso,” exactamente en el episodio narrado en el canto XXVII. La obra cuenta el ataque de los sarracenos a París y la defensa de las tropas de Carlomagno. Cuando la capital francesa está a punto de caer, recibe la ayuda del arcángel San Miguel, que recoge a la Discordia de un convento en el que con gran polémica se elige nuevo abad y la esparce sobre el lugar en el que está acampado Agramante, el cabecilla de los invasores; de aquí también la frase “sembrar la discordia”. Los sarracenos comienzan a pelearse entre sí y estas disputas internas facilitan la victoria de Carlomagno.

El Perú de estos días se transformado en una auténtico Campo de Agramante, en donde la Discordia se ha esparcido como una epidemia entre los peruanos en vísperas de las elecciones Presidenciales y Congresales del 10 de abril. Hacía mucho tiempo que no se manifestaban en el país tantos sentimientos opuestos de odio y empatía. Todos los días vemos que los candidatos presidenciales se lanzan los más ofensivos adjetivos sin consideraciones de género ni edad. Al contrario, en algunos casos pareciera que los más viejos –cronológicamente hablando- son los que más tendencia tienen al insulto y a la diatriba fácil, como es el caso del ciudadano norteamericano Pedro Pablo Kuczynski, que no ha ahorrado insultos ni palabras de grueso calibre en esta campaña.

Otro es el caso de las injurias y ofensas inferidas por candidatos al Congreso que no ahorran epítetos para descalificar a sus rivales de otras tiendas –y a veces, hasta de la propia-. Es lamentable cómo la Democracia, que es esencialmente confrontación de ideas, se ha tornado en una lona de lucha libre en que cada uno hace lo que quiere porque todo vale para alcanzar el objetivo político. Esto, como sabemos, ha sido provocado por la promulgación a destiempo de una ley de reforma del sistema electoral cuando ya hacía meses que las elecciones habían sido convocadas por el Presidente de la República –también a destiempo- lo que dio lugar a gran confusión en las organizaciones políticas sobre si primaba o no una ley que aún no ha sido reglamentada.

Sin embargo, a pesar de esta carencia, los organismos electorales tomaron al pie de la letra el acápite en que se habla de exclusiones y así quedó fuera de carrera el candidato César Acuña Peralta, luego de una feroz campaña de demolición y desprestigio en su contra manipulada en primer lugar por el grupo de prensa, radio y TV “El Comercio”. Otro fue el caso del emergente candidato Julio Guzmán, que desde un inicio su organización no había cumplido con las exigencias que vienen incluso de la anterior ley electoral. Ante la exclusión de todas sus listas, Guzmán habló de “fraude”, encendiendo la mecha para que los enemigos de la candidata Keiko Fujimori, hija del ex dictador encarcelado, y que son casi el 70% del electorado, enarbolaran causales para que sea excluida de la contienda por repartir dádivas. Hasta el cierre de esta columna aún no sabemos cuál ha sido la decisión final del JNE.

Sin embargo estos hechos no han sido los únicos ni los más aberrantes acontecimientos en estas elecciones. Se ha llegado a extremos impensables en la presentación de tachas a candidatos congresales, las que han sido resueltas de manera dudosa por los JEE de cada región. Varios candidatos al Congreso de diversos partidos han sido excluidos por estos JEE, en polémicas decisiones que luego han sido rectificadas por el JNE. Incluso personas de limpia trayectoria política, pública y personal, como el ex presidente regional de San Martín, César Villanueva Arévalo, artífice del “Modelo San Martín” y que goza de gran credibilidad a nivel nacional e internacional, no se ha librado que le presenten un pedido de exclusión, que, felizmente para la región, ha sido declarado infundado.

El extremo en este campo de Agramante ha sido la conducta de ciertos prelados de la Iglesia Católica peruana, que se han atrevido a intentar manipular el voto de los católicos, que –como sabemos- son mayoría en nuestro país. El casi inimputable Arzobispo de Arequipa, Monseñor Del Río Alba, en plena homilía en la misa de Domingo de Resurrección en la catedral de la ciudad blanca, exhortó a no votar por dos candidatos que no le gustan, porque según él, ello constituiría “pecado”. A este discípulo y vocero vergonzante del oscuro cardenal Cipriani le salió al frente el ex presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor Bambarén , desautorizando a Del Río y -contradictoriamente- emitiendo su opinión sobre por qué los peruanos no deben de votar por Keiko Fujimori.

Este panorama, que parece salido de un relato de García Márquez, es el plato que tenemos que probar cada día los peruanos, hasta el 10 de abril, en que por fin, aclaradas las dudas, una vez más nos equivoquemos al elegir Presidente para los próximos cinco años.

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