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miércoles, abril 24, 2024

Hay que innovar hasta en la forma de amar

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Quisiera recalcar que he googleado hasta el cansancio la frase que he colocado como título en esta columna, para encontrar si alguien más ya la había publicado, o aún peor, si ya la habían registrado, afortunadamente no he encontrado nada igual, así que no podría llamarse plagio; últimamente se ha puesto de moda reconocer la autoría en todo.

Y es que verdaderamente cuando pensamos en “innovación”, casi todos tienden a coincidir en algún aparato tecnológico que se pone de moda y todos quieren adquirir. Infortunadamente la innovación va mucho más allá de meramente avances tecnológicos; hoy en día se menciona mucho este término pero difícilmente se puede percibir en la mayoría de las empresas, aseguran que innovar es muy caro o se necesita de gente realmente creativa que tenga mucha experiencia en este campo.

Bien, efectivamente la innovación no se puede implementar de la noche a la mañana, y también es verdad que debe transformarse en un hábito en las personas, en procesos de mucha creatividad e imaginación y sobretodo, en la capacidad de implementar y llevar a cabo esas ideas que terminamos concibiendo.

Ken Robinson dijo una vez: “El poder de la creatividad constituye a la vez la fuente de nuestros problemas y la posible manera de solucionarlos”, es decir, nos hemos vuelto capaces de reducir esa brecha entre lo que podemos imaginar y lo que se puede realizar. Si hace menos de una década pensábamos que hoy en día todo iba a ser móvil, habríamos enfocado nuestros recursos en desarrollar plataformas que justamente atiendan esa necesidad de nuestros consumidores, de que la información sea instantánea y que la puedan hacer andar en el bolsillo, vaya que nos hubiese venido fenomenal inferir eso.

Tenemos que aclarar algo, nuestra bella creatividad seguirá siendo solo eso, hasta el momento en que podamos implementar nuestras ideas y éstas se conviertan en nuevos planteamientos, es decir, nuevos productos y servicios, una renovada y mejorada propuesta de valor para el consumidor; una vez hayamos concretado este punto, podemos decir que hemos logrado ser innovadores.

A lo largo del tiempo, muchos de nosotros nos hemos hecho de muy buenas ideas, las hemos pensado y repensado pero poco hemos hecho para llevarlas a cabo, el pensamiento estratégico habla de la generación de ideas pero no olvidemos que el proceso no se completa sino hasta la ejecución de éstas.

Cuando hablo de que debemos innovar hasta en la forma de amar, es porque ese romanticismo que aflora en nosotros frente a aquellos seres queridos en ciertas ocasiones, es el mismo que deberíamos utilizar en pos de la atención que se merecen nuestros clientes. Aristóteles una vez dijo: “Lo que hacemos una y otra vez, es lo que somos; la excelencia por tanto, no es una acción, es un hábito”.

Todo empieza a tener sentido, ahora ya sabemos que aquellas grandes y poderosas empresas que nos son muy familiares, tienen ese factor diferenciador que se llama innovación; estoy seguro que llegará el momento en que podamos adoptar esa forma de pensar y por supuesto de actuar frente a todos estos cambios y nuevos escenarios que nos toca vivir.

@patriciollontop – Twitter

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