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viernes, abril 19, 2024

Carnaval

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«¡Carnaval! ¡Carnaval! Es el grito general. ¡Carnaval! ¡Carnaval!De alegría sin igual». «Para subir al cielo se necesita una escalera grande y una chiquita». «Los borrachos en el cementerio dicen: ¡Salud!». «Adolorido, adolorido. Adolorido del corazón, por una ingrata, que me ha jugado una cruel traición». «Mamá, mamá, mamá yo quiero. Mamá yo quiero, mamá yo quiero chupar. Una chupeta, una chupeta, si no el bebe va a llorar». «Se va, se va la lancha. Se va con el pescador. En esa lancha que cruza el mar, se va, se va mi amor». «Tengo una vaca lechera…».

Las palabras y la música de estas canciones, muy utilizadas, en la época de Carnaval…y con razón, ¿no es cierto?, me hacen recordar el lugar que me vió nacer, la bella y pujante Ciudad de Las Palmeras, mi Tarapoto añorado.

Me acuerdo que juntamente con los muchachos de mi barrio, nos preparábamos con muchas ansias para tal acontecimiento. En ese entonces, escuchábamos las dichas canciones por las ondas de Radio Tropical. Nosotros, mis amigos y yo, éramos párvulos. Parece mentira cómo el tiempo ha pasado. Para las nuevas generaciones: toda la población se preparaba a participar activamente a Carnaval. Quizás no todos, pero en su gran mayoría, la población tarapotina (los oriundos y los extraños) entraban en un transe de actividad carnavalesca.

Nos juntábamos para ir a comprar globos (en gruesa por favor), con sus respectivos chisguetes en plástico, en el mercado Central de Tarapoto o en las tiendas de los Tocuyos, por ejemplo. El mercadillo y otros centros de abastos no existían en ese entonces. Después de las compras respectivas, nos reuniámos para trazar el plan de nuestras globeadas. Alguien venía con una bacinica de fierro enlozado (bien saltada), creo que era Carlín Ramírez…de ser así, el dicho instrumento pertenecía a su abuelo, don Natico. Seguro que lo traía escondido.

En la bacinica, un grupo hacía pipi, otros buscaban estiercol de canes (mierda de perro, pues), más añelina con pintura barata, se hacía la mezcla respectiva y el coctel estaba listo para ser utilizado. Se pasaba a la etapa más crítica: llenar los chisguetes con el producto líquido preparado…para que a la vez, los globos sean llenados por los chisguetes. ¡Carajo! Nadie quería meter su mano en el recipiente. Había transacciones que nunca terminaban. Pero, de todas maneras, tenía que haber alguien, para que haga el trabajo ismaterillo. O uno de nosotros era voluntario para la misión o uno de nosotros era elegido por los otros para la faena.

Una vez de haber pasado esta fase y que los globos estaban llenos; poníamos los dichos globos en nuestras bolsitas o en baldes llenos de agua limpia. De esa manera los proyectiles de guerra carnavelesca se encontraban bien resguardados. Nuestros lugares de preferencia eran la Plaza de Armas, el Mercado Central, El Cine Atlántida. Así como nosotros teníamos nuestro grupo, cada barrio constituía el suyo. Creo que los más fregados y un poco salvajes eran los de Suchiche. Me parece. Hasta los benguitos tenían un equipo bien constituído: se veía al Ligurgo y otros de su mancha.

Ahora vivo en Hoerdt, una localidad de aproximadamente 5 000 habitantes. A 12 kilómetros de Estrasburgo (donde se encuentra el Parlamento Europeo) y a 8 kilómetros de Alemania. Es Francia, región Alsacia, pero la mentalidad es germánica, de tal manera que la gente habla el Alemán y el Alsaciano (un dialecto local). Pues bien, Hoerdt es la capital del Carnaval en Alsacia. El hecho de vivir mi primera experiencia en este lugar, me he trasladado mentalmente a la época de mi niñez y del Carnaval de Tarapoto.

Espero que por estas fiestas de Carnaval, las personas en San Martín, y particularmente, las de Tarapoto, lo pasen bien chevere. Y para la gente de mi promoción, de mi generación, para los muchachos del barrio (que ya empezamos a tener canas), recordar, es volver a vivir.

Pedro Emilio Torrejón Sánchez.
Febrero 2016.

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