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jueves, marzo 28, 2024

Campaña política desesperada

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La candidatura es aceptada con la esperanza de ganar. La ilusión se expresa en su más alta magnitud. En cambio, que la ilusión desborde la realidad hasta realizar campañas extravagantes con notorios signos de desesperación, en vez de captar más adeptos, simplemente con esta forma, el candidato se aleja de los votantes.

En esta campaña es notoria la desesperación de algunos candidatos. En buena hora que las redes sociales permiten la participación activa y directa de la población. Que los medios de comunicación, en su afán de lograr mayor rating, realizan serias investigaciones sobre parte de la historia de los candidatos. Lamentablemente, estos reportajes no favorecen a quienes anduvieron por tramos sinuosos.

Los plagios están de moda. Las redes sociales caricaturizan estos malos actos con fotografías graciosos y sagaces comentarios. Definitivamente, además de estar mal, el plagio es un delito.

El país necesita gobernantes serios. Gobernantes que estén bendecidos por Dios. Gobernantes que estén realmente enamorados del pueblo. El candidato, futuro gobernante, debe ser coherente, entre lo que dice y lo que ha hecho y se supone lo que hará. El candidato abriga la esperanza de ganar las elecciones con el voto mayoritario, por eso debe mantener siempre la ecuanimidad, con palabra de gobernante serio y no decir una cosa en la mañana y otra en la tarde. No se puede jugar con el pueblo, con palabra timorata, cambiante, alucinante.

El candidato debe ser integral, completo. La persona es integral cuando está formada bajo la base de los tres pilares que sustentan la vida: material, intelectual y el pilar espiritual.

La persona debe cultivar su cuerpo, no solo en estructura corporal, sino en el funcionamiento del mismo. Debe contar con los elementos básicos materiales: casa, dinero, vías de acceso, alimentación, vestidos, etc. Estos elementos son importantes pero no son los únicos. Existen personas que solo piensan en estas cosas materiales. Por ejemplo, desea contar con dinero en grandes cantidades, ahí va la pregunta de rigor: ¿Es feliz? Quiere tener casa inmensa ¿Es feliz? Quiere comer en abundancia que sus medidas antropométricas no son las recomendables por la ciencia médica ¿Es feliz?

La persona debe cultivar su intelecto. El Rey Salomón pedía al Señor en su Oración solo Sabiduría, que es un Don de Dios. El Señor le concedió. Con esa Sabiduría, el Rey Salomón ha podido discernir con su pueblo y convertirse en un buen gobernante. El ser humano no explota sus potencialidades intelectuales. Tiene tremendo cerebro como para ser sabio. Los estudios formales de los diferentes niveles primarios, secundarios y superiores son muy pocos. La mayoría de la potencialidad cerebral está ociosa, sin explotar. Entonces, nos falta bastante por cultivar la intelectualidad, leyendo, investigando, escribiendo, enseñando, aprendiendo. La persona que más conoce se aleja de la ignorancia y puede discernir y hacer mejores aportes a su comunidad. Pero, ¿la intelectualidad es todo? Existen profesionales que no son buenas personas. Hay doctores cargados de maldad. Se supone que el grado de doctor es el nivel máximo de intelectualidad, lleno de filosofía, sin embargo, sus comportamientos como personas dejan mucho que desear. Entonces, hasta aquí seguimos siendo deficientes. Muchos creen que un profesional con dinero es la máxima expresión. En cambio, si no tiene lo más importante, es insuficiente.

La persona debe cultivar la espiritualidad. Se dice cultivar, es decir, los padres tenemos la obligación de formar al futuro ciudadano desde pequeño con los valores humanos totalmente entrelazados con Dios. Si tenemos un profesional con inmensa casa que no se comporta como ser humano, entonces, tenemos a un ser humano incompleto. Hay que tener temor de Dios para compartir verdadero amor al prójimo. Una persona sin expresión de amor no es un verdadero ser humano.

Entonces, el futuro gobernante, que debe tener la anuencia de Dios, debe ser integral, para calar lleno en el corazón del pueblo. No hay necesidad de desesperarse, si el candidato tiene a Dios como guía de su accionar.

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