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jueves, abril 25, 2024

La historia como barbarie

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Estas líneas pretenden ser una breve reflexión de la Historia de la Humanidad y sus contradicciones, a fin de esbozar una posible explicación de los atentados registrados en París el viernes 13 de noviembre y que ha concitado una conmoción mundial, sólo comparable en lo que va del siglo XXI al derribamiento de la torres gemelas de Nueva York el 11 de setiembre del 2001.

La Historia de la humanidad, desde sus registros más antiguos, como la épica de Gilgamesh, el Baghavad Gita, o el código de Hamurabi, hasta los más modernos, que se almacenan en microchips algorítmicos que deciden nuestras vidas en esta era digital, se ha desarrollado en paralelo en dos grandes y contradictorias vertientes: la Historia de la barbarie y la Historia de la civilización.

Es por ello que se equivocan aquellos que definen determinadas épocas de la humanidad como épocas bárbaras, y otros momentos como épocas de gran desarrollo intelectual, cultural y material, es decir, civilizadas. En realidad, desde que se recuerda, ambas marchan paralelas, siguiendo sus propias dinámicas y dejando de lado a cualquier definición a las que algunos filósofos o ideólogos han intentado reducirlas.

Por ejemplo en la edad llamada del “Renacimiento”, que se clasifica como la salida de otra, denominada Edad “Media” u “Oscura”, al tiempo, que se producían maravillas del intelecto, el arte y la cultura, como Leonardo, Galileo, Miguel Ángel, Bruno, los Médicis y el Imperio de Carlos V, se llevaban a cabo terribles masacres y genocidios en la América recién descubierta.

O, -para que no se nos acuse de parciales- mientras los artistas, científicos y matemáticos del Islam como Averroes y Avicena, u Omar Khayam o Rumi, difundían sus avances y descubrimientos, al mismo tiempo, en paralelo, los califatos islámicos emprendían sanguinarias campañas de conquista que se justificaban en el Corán por la llamada “Jihad” o “guerra santa”, de la que se derivan las justificaciones que los sociópatas de nuestra época quieren darle a su actos de barbarie.

La lista es muy grande y nos tomaría más de un volumen describirla al menos en parte, pero no hay que olvidar que en la civilizada Atenas, cuna de la cultura occidental, al tiempo que se ponían los pilares de la democracia moderna con el genial Pericles, se ejecutaba con cicuta a Sócrates por intentar que los jóvenes atenienses aprendieran a pensar por sí mismos, lo cuales ya en sí es una acción civilizadora.

Y ni hablar de los dos milenios de cristianismo, en que al tiempo que se erigían valores universales de amor al prójimo, compasión y espiritualidad, la Inquisición de la Iglesia, aliada con los poderes temporales ejecutaba genocidios como los de los cátaros o los hugonotes, o exterminaba a los caballeros templarios, verdaderos guardianes del conocimiento y poseedores de los principios de la ciencia moderna.

Y así podríamos continuar hasta llegar a la edad de las luces, en que al tiempo que Voltaire, Rousseau y Montesquieu construían con sus ideas revolucionarias los fundamentos de una época de civilización permanente, los interese económicos mantenían la institución de la esclavitud que recién e a mediados del siglo XIX sería abolida, aunque con reservas, ya que un siglo después aún subsistía en el apartheid sudafricano.

Está claro entonces que el movimiento civilización – barbarie, en vez de pendular es paralelo y que a medida que se desarrolla el primero, el otro encuentra formas de retroalimentarse de sus avances. Esto lo podemos ver con claridad en los descubrimientos de la física en el siglo XX y del desencadenamiento del poder titánico de la energía atómica.

La cura a enfermedades y pestes del pasado va paralela en el siglo XX a los campos nazis de exterminio, los gulags soviéticos y las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Y en el omento en que los valores éticos y morales de una sociedad civilizada se plasmaban en la creación de las Naciones Unidas, el mundo se encontraba al borde de un holocausto nuclear y la desaparición de la especie humana con la crisis de los cohetes de 1962.

Al tiempo que se ponían las bases tecnológicas de la era de la informática que hoy vivimos, en Viertnam se perpetraba una masacre apocalíptica, tal como en años posteriores hemos visto en conflictos monstruosos Biafra y el hambre generalizado en África y otros países del Tercer Mundo, o masacres como la de Siria en este siglo XXI, al tiempo que enviamos naves a Marte mientras que la tierra continúa muriendo a causa de la explotación inmisericorde de sus recursos.

Lo que hemos visto en París el viernes pasado es sólo un episodio más en esta carrera vertiginosa que desde hace milenios recorre la humanidad con el fin de llegar a un destino del que aún no se sabe si el resultado final será el triunfo de la civilización o de la barbarie.

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