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sábado, abril 20, 2024

Si aprieta, no es tu talla

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“Dale más duro”, se escucha entre susurros que se aceleran, las caricias se convierten en látigos de amor y de placer. La estrecha unión entre posesión y poder se funden en una sola, ya no eres tú, es tu cuerpo que le pertenece. “Mientras más fuerte mejor”, te convence mientras que tu pelo se alborota, tu cuerpo se marca de huellas de violencia, tu sangre se derrama por el piso, pero ¿qué importa?, si a las finales, él te ama.

Aunque creas que su intensidad de amar es lo que hace que se sobrepase sólo un poquito, no sabes que estás alimentando el deseo de poder, ansias de dominarte y violencia, aquella con la que te sellará de amor en la cama, en tu casa y en tu vida.
No nacen, se hacen. Sus golpes en la mesa, sus insultos, sus desprecios, sus palizas y sus asesinatos no vienen codificados en los genes. Tampoco dependen de su etnia, ni del nivel intelectual, ni de la posición económica, ni de sus adicciones. El hombre maltratador tiene al miedo como aliado y al sexismo como cómplice: el perfil del hombre maltratador es el del hombre machista. Así de sencillo.

En nuestra sociedad “maltratar” “pegar” “gomear” “sellar” o como quieras llamarlo, es lo más normal del mundo. Abogados, médicos, periodistas, ingenieros. Cultos e ignorantes ejercen ésta actividad como un acto deportivamente adictivo.

Hace poco me paralicé, cuando un hombre reincidente en maltrato físico en su hogar, defendía en los tribunales otro caso de violencia. ¡Irónico, pero cierto! Este personaje pica donde puede, cree que puede obtener a una mujer porque simplemente le hablo y ella debe caer rendida a sus pies. Como es de esperarse odia a la mujer que tiene voz y cada vez que aparezco, ataca, pero se esconde cuando saco las garras. Es normal, este tipo de maltratador, es en el fondo, cobarde sin remedio.

En un grupo de hombres violentos escuchar los comentarios sobre “traseros” o “delanteras” es totalmente normal. Ellos gozan de su privilegio de ser “hombres” asociado al permiso y poder de que detentan al punto que se transforman en irresistibles al momento de enfrentarse con una mujer.

Estos hombres tienen una confusión muy grande entre lo que es el amor, el deseo sexual y el poder, así y dejando el amor de lado. El sexo es utilizado como poder. En realidad, cada conquista es vivida como el triunfo ganado en la batalla.

Muchos de ellos tienen miedo a ser dominados ya que han aprendido que quienes dominan son ellos, quienes mandan son ellos, quienes deciden son ellos a la vez que experimentan un gran miedo a que su pareja se vuelva independiente, tome sus propias decisiones y compartan el mismo poder.

¡Otro baldazo de agua fría! Un defensor social, que lucha por actos de violencia y de injusticia, maltrató a su esposa, quién lógicamente selló su boca, se quedó muda, silenció su vida, su dignidad y la de muchas.

Es sorprendente ver cómo muchas mujeres se niegan a hacer el reporte policial, aun estando ante las autoridades todas golpeadas y ensangrentadas en las salas de emergencia de los hospitales. El terror que sienten hacia sus compañeros es tal que se niegan a hacer la denuncia.

¡Bendito círculo de la violencia! En base a los roles y estereotipos sociales que recaen sobre ellos, los maltratadores a la hora de resolver un conflicto real o emocional utilizan la violencia. Poco a poco van acumulando sentimientos de rabia, llega un momento en el que explotan, y es entonces cuando agreden a su pareja. Después, como sienten culpa y creen que pueden perder a esa persona, utilizan lo que llamamos el periodo de “luna de miel”, es decir, buscan el perdón de la víctima. Les dicen que no volverá a suceder, que ha sido un error, hasta que logran la reconciliación, pero ésta es sólo temporal. Luego realmente vuelve a ocurrir lo mismo: vuelve la acumulación de tensiones, otra explosión y así sucesivamente. Cada vez los periodos entre la explosión y la luna de miel van siendo más reducidos y la intensidad de la violencia, mayor. Porque la violencia es un proceso que siempre va en aumento, nunca en decremento.
La violencia es el último recurso del incompetente y en el mundo estamos llenos de incompetentes. A diario lidio con ellos.

No podemos pasarnos el tiempo tratando de entrar en los zapatos que nos quedan muy grandes o muy pequeños.
Bien dicen por ahí, si el amor aprieta, no es tu talla.

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