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viernes, marzo 29, 2024

Ubícate señor gobernador

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La elección pasada fue vía crucis fue un problema social al preguntarme ¿por quién voy a votar? Ha sido un conflicto emocional sabiendo que ya no era como la opción ganadora. Estaba con los personajes de ese tiempo Víctor Noriega y Pedro Bogarin, conversando muy seguido con ellos deseaban para apoyar su campaña pero aprendí en algunos años se ayuda y luego ni siquiera te saludan o te ponen en su agenda como un apoyo político bueno se aprende pero también se goza.

En realidad este comentario, no se pretende aquí aleccionar ni dar consejos a personas con mayor edad y experiencia; la idea es, más bien, expresar con libertad una opinión y una manera de ver la política de quien, modestamente, la observa con mucha atención día a día hace más de una década.

Precisamente la política es el tema central de este post y, aunque suene a algo obvio, creo que la ausencia de conciencia política es el problema central que aqueja a la gestión regional o municipal. Descartes decía que el sentido común era lo que mejor repartido estaba, pero, a veces, como nos sugería un extraordinario profesor de filosofía antigua, dicha afirmación parece no tener correlato en la realidad. Y es ese, justamente, el caso de la actual gestión de Víctor Noriega, gobernador regional desde la perspectiva de quien escribe: el de una gran ausencia de sentido común político, si cabe el término.

En la política –y esto no me parece un defecto– hay que tener maña. No se puede entrar en política pensando que todo se va a cambiar, que las cosas van a fundarse de nuevo, ni con un espíritu idealista en exceso. En política, y este juicio puede discutirse, sin duda, hay que tener un núcleo de principios básicos innegociables, todo lo demás, más bien, debe ser harto flexible. Una de las razones de desaciertos de gestión Noriega en las, por ejemplo, fue no haber tenido suficientemente presente esto: al no aliarse y conversar llegar a un pacto con los partidos o candidatos regionales de esa época para conciliar y ponerse más papistas que el papa terminaron por condenarse a lo obvio. No supieron pactar y en política, hay que saber pactar.

Ahora, no se me entienda mal, por favor, no sugiero que “pactar” sea sinónimo de corrupción o de algún tipo de acción delictiva, pero sí conservo un término tan denostado como ese para enfatizar la necesidad de ser parte del juego político, de sus idas y venidas, de su lenguaje. Un político hábil –lo cual no tendría por qué ser incompatible con honesto– es aquel que aprende la maña de este complejo arte para, dentro de sus limitaciones y miserias internas, transformar las cosas. Pero para eso hay que ser muy agudo: hay que aprender a anticipar al enemigo, a prever el ataque antes de que sea lanzado; a tender una que otra trampa si es necesario; a guardar silencio oportuno, aun cuando la conciencia invita a decir mucho; a estar muy atento a lo que quiere y gusta la gente, aunque algunas ideas propias tengan que dejarse de lado, etc. Hay, pues, algo de pacto con el diablo en esto, como decía Weber. Para bien o para mal así son las cosas y a aquellos a los que el buen obrar entusiasma harían bien en tenerlo en cuenta, ya sea para nunca meterse en este oficio o para saber que incluso las nobles obras tiene que pasar por claroscuros.
El actual momento de gestión Noriega y si empezamos a realizar una encuesta de gestión regional su aprobación de Noriega es casi nula se debe, entre otras cosas a todo esto que decimos. 1) La pésima gestión en comunicaciones en el gobierno regional 2) La absurda disputa de ideas y de personas para cambiar con el congresista regional Rolando Reátegui y Carlos Magno Pasquel. 3) Hacer caso a los rumores inadecuados lo que dice sus autoridades de su agrupación.

Víctor Noriega, debe esmerarse por elegir mejor sus batallas, pensar bien a quién critica, cuándo y por qué. En política hay que medir bien cada paso, hasta la espontaneidad debe surgir solo como el producto del fino cálculo. Hay pues, reitero, que fijar bien cuáles son los principios irrenunciables, y con todo lo demás volverse más flexibles: hay que hacer publicidad, hay que torear mejor las preguntas, hay que elegir mejor las batallas, pensar adecuadamente los anuncios, etc. Ojo, y quizá valga la precisión final, cuando digo que se está cayendo en el exceso de discurso no pretendo sugerir que no se deba dialogar, todo lo contrario (a pesar del inmenso capital político que supuso ser mudo para el anterior alcalde); sin embargo, en un país pobre, hambriento de pan y de cemento, conversar mucho y sin agudeza suficiente puede ser el pretexto perfecto, como de hecho lo ha sido, para ser blanco de las más severas críticas. Recuerde usted, señor gobernador, que no solo debemos ser mansos como la paloma, sino astutos como la serpiente, sobre todo en una arena política plagada de alimañas.

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