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viernes, abril 26, 2024

Calor que advierte

Los vientos fuertes son calientes y cargados de polvo. El jovencito de peinado raro, lleva puesto una camiseta blanca y se cubre el rostro con el ángulo que forman el brazo y antebrazo izquierdo, para evitar que la densa polvareda llene los ojos negros. La señorita de mediana falda aprieta con la mano el vuelo del vestido inferior para que no se levante por las casi cíclicas ráfagas de vientos. La gente camina como corriendo por las calles, tratando de huir del baño del polvo callejero. Pero no, nadie puede escarparse. Ni los interiores de las casas, aunque las puertas se muestren herméticamente cerradas, porque los pisos, muebles y ropas están cargadas de polvo.

Los vendedores de cocos, de chupetes, de gaseosas, de agua mineral, de curichis, de cervezas, se muestran contentos por el incremento de sus ventas. A mayor calor, la gente consume estas bebidas en grandes cantidades.

Los canales de televisión de programas educativos, culturales y científicos, de otras latitudes, emiten información del deshielo de tradicionales cordilleras, que por la altitud que bordean los cinco mil metros sobre el nivel de mar, durante miles y quizá millones de años, han mantenido temperaturas por debajo de cero grados centígrados, por consiguiente se formaron gruesas capas, desde metros hasta kilómetros de hielo. Estos inmensos bloques adornaban por mucho tiempo las cimas de estas cordilleras, de estos majestuosos cerros. Estas partes de hielo eran hábitat especiales de floras y faunas. Aquí vivían plantas, animales y hasta algunos seres humanos de manera natural. Estas masas de hielo eran reservas de agua dulce. Con el incremento periódico de la temperatura durante el año, parte de este hielo se derretía para alimentar de agua a los riachuelos, las quebradas, lagunas y ríos.

Las pantallas muestran fotografías de cordilleras, de treinta años atrás y la situación actual. Los cerros blancos de hielo de ayer ahora muestran tierra y piedras. Emulando con los ríos de la selva, si en el mismo período del hielo, las aguas de los ríos eran caudales que llenaban los cauces aún en épocas de severo estiaje; además, siempre se mantenían claras, transparentes, aún en momentos de lluvias torrenciales. Ahora esos mismos ríos, en solo treinta años después, muestran caudales flacos y aguas turbias aún en ausencia de lluvias. Además, estos ríos majestuosos de ayer, ahora muestran avergonzadas sus profundidades pedregosas, como si este ente vivo expone al público la pobreza de sus entrañas.

¿Alguien levanta la mano, expresa a voz en cuello y toma medidas drásticas? Reina el silencio cómplice. Quienes dijeron que harían algo, simplemente no han hecho nada. Todos los días se siguen desboscando decenas, centenas y miles de hectáreas. Quien administrará la región en el próximo periodo, preferible que no diga nada; pero, que asuma en tema ambiental con verdadera responsabilidad. Si hay que cambiar las normas legales, que se haga, con tal de no permitir la desertificación de la selva, a vista y paciencia nuestra, como si la humanidad anda cerca a ser autómata, sin sentimientos, carentes de sentidos básicos, idiotizada mente dineraria y materialista.

Este calor ambiental es una simple advertencia. Es una señal clara que habrán lluvias desmedidas y quizá algún movimiento telúrico. Pero, estas altas temperaturas son los primeros resultados de los destrozos que hacen las personas a los bosques. ¿Quién controla estos desbosques? ¿Existe en la región alguna entidad encargada de autorizar el desbosque? Sí, sí. La ley. Qué bonito. Hubo alguna vez un Presidente que se autoproclamó “revolucionario” y propuso: “La tierra es de quién la trabaje”. Es decir, vaya usted al interior de la selva, desbosque no más, queme y zasss, ya es dueño. Ahora, los resultados de ese desorden los estamos pagando.

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