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viernes, abril 26, 2024

Algunas hermosas nunca serán bellas

Existen atributos para caracterizar a una persona, especialmente a una mujer. Diremos, entonces, que la chica que conocemos o a la que apreciamos a la distancia es linda, o es bella, o es guapa, o es bonita, o es agraciada, o es despampanante, o es hermosa, o es un bombón, o es un pimpollo o, finalmente, es una beldad.

¿Pero todos los atributos señalados pueden ser atribuidos a una sola mujer? Bueno… He conversado con un amigo que me dice que esos atributos son excluyentes; o sea, no se les puede conceder a una sola mujer, aunque dudo en coincidir con ese criterio, porque a veces nos encontramos con una que nos quita el aliento y deja boquiabiertos, y es entonces que recordamos la frase de Shakespeare quien dice que “la mujer es un manjar digno de los dioses”, aunque agrega: “cuando no lo cocina el diablo”.

No vamos a entrar al campo de la estética y ese famoso “problema” filosófico de la belleza. Lo dejamos a los políticos que pasan a la segunda vuelta y a los alcaldes electos. Nuestro tratamiento es más prosaico, más cotidiano, más nuestro, porque siguiendo en el tema, recuerdo que en un vuelo a Lima por Lan Perú leí en su revista la descripción que decía que entre las colombianas las barranquilleras eran “mujeres escandalosamente guapas”, expresión nada superlativa. Y viene a mi memoria ese bombón que fue la modelo argentina Flavia Montero, y encuentro que mi tocayo tenía razón. Flavia, alguna vez declaró no creerse bella, pero sí armoniosa.

En la realidad de las cosas, muchas veces nos encontramos con mujeres hermosas, pero no bellas. Y muchas mujeres hermosas terminan creyendo que están sobre todas las cosas, pero lo físico, dentro del canon de la armonía, es un atributo que algún día desaparecerá. Y en torno a esto, podemos comprobar lo que enseña la vida: que la verdadera belleza está dentro de la persona misma. Es el alma que irradia esa persona. Si siendo hermosa, lo abona con su sencillez, su amabilidad y dulzura, su candor y ternura, su simpatía desbordante, entonces estamos hablando de una mujer realmente bella. Porque, también, una mujer que no es hermosa físicamente, resulta siendo bella por su actitud.

Cuando a la hermosura física le acompaña la soberbia y la suficiencia y por ello discriminan en su trato a la gente, ya no hablamos de diosas, sino de una hermosura grosera, vanidosas hasta la vulgaridad y este tipo de personas terminan convirtiéndose en seres prescindibles. Y llega el momento en que la mujer hermosa nos demuestra que es bella realmente, y voy a graficarlo.

En cierta oportunidad entré a una cabina de internet donde se encontraban dos chicas terriblemente hermosas. Las saludé a ambas. Una me contestó con una mueca de fastidio o indiferencia; la otra, con una sonrisa, un mohín gracioso, abonado con un hermoso hoyuelo en la mejilla y una expresión luminosa en los ojos. Dichas actitudes mostraron también cuando llegaron otros usuarios. Al despedirme de la damita que me sonrió, le dije, enviándole un mensaje a la vanidosa: usted no es solamente hermosa, sino también bella. Debemos agradecerles a los dioses. Y me acordé del poema de Gustavo Adolfo Bécquer.

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